- CUENTOS ENTRE COMIDAS 3

FUERZA.

Tengo la obsesión de no dejar pasar la vida. No puedo creer que haya un final. Tengo la certeza de ser única en el mundo y también igual a todos los demás. Tengo la ilusión de no haberlo visto todo. Quiero creer que hay mucho más. Me gusta pensar que grandes fuerzas tienen un plan a mis espaldas y que se tejen a mi lado grandes misterios que mi mente no puede descifrar.
Me niego a creer en la casualidad, en la fortuna. No quiero pensar que mi destino está en manos de la suerte. No puedo vivir siendo hija de las cartas. Me niego a pensar que mi vida se pueda adivinar.
Soy dueña de mi destino. Ama de mi futuro. Soy la reina de mi historia. Yo decido el final. De mis verdugos me río, son sólo obstáculos que sortear. Tengo la fuerza de ser quien quiero, de cambiar o seguir igual. Bailo al son de las ganas que tengo yo y nadie más. Y si a alguien se le diera por tacharme de egoísta, le diría: haz tú lo mismo, no esperes más. Vive sin temor a los demonios que con el miedo a lo desconocido te quieren controlar. No hay “pobre de ti”, no hay “pobre de ellos”, no hay “pobres”, no llores más. Somos todos magnates de la vida e igual que los magnates, si tienes que morir, no importa cuánta fortuna tengas, te morirás igual.
Así que ríete un poco de la vida es todo un juego, no hay más. Te amargues o no todos los días, todos los días amanecerá. Llores o no todos los días, algún día terminarás igual. Hazlo de una vez, contrólalo ya, vívelo hoy, cámbialo, empieza, deja de dar vueltas, no tienes tanto tiempo, no seas inconciente, pronto todo acabará. Quita de tu espalda todo el peso que no te corresponda llevar.
Da un buen lugar a la locura que de supuesta cordura ya está llena la realidad. Que importa si fracasas ¿acaso no has fracasado ya? No hay nada que perder lánzate al vacío, si en ese vacío están tus sueños, no te puede ir mal.
No permitas que te juzguen, quítale importancia a los demás. Toma las decisiones que creas oportunas, dibuja tu obra como tu quieras, es tu imagen y semejanza la que debes representar.  Eres el Dios de tu existencia tienes el poder absoluto de tu alma. Que no te vendan amos de chatarra. Estén clavados a una cruz o estén sentados adorando a su gran panza. No hay dioses interviniendo en tu existencia. No concedas a nadie tanto poder. Y si lo hacen que intervengan enserio, que te den respuestas, que paguen tus cuentas, que te llenen la nevera, que te hablen de frente, que te digan la verdad.
Si no que se queden donde están, en el recuerdo, en el imaginario popular, que se conformen con haber dado un ejemplo en vida y ahora que nos dejen vivir en paz.
Eres el jefe de tu vida, el amo de tu realidad. Que no te coarten con amores de mentira, que no chantajeen a tu ego con tan poco, tu corazón no se vende en un trueque, que no te engañen, tu corazón lo es todo, es la  totalidad. Y si no que se pare y a ver por cuanto tiempo estás acá.
Empieza, hazlo, o quédate ahí sin más. Pero que lo quieras tú y no otro. Los otros que se ocupen de la vida de los demás.
Tengo la obsesión de no dejar pasar la vida. No puedo creer que haya un final. Tengo la certeza de ser única en el mundo y también igual a todos los demás.


HACERSE A LA VIDA.

Un hermoso espectáculo. Muchos veleros flotando en el agua y un reloj en forma de faro que no deja olvidar que el tiempo pasa y vaya si pasa y ese punto mágico perdido en la historia, como todo, tendría un final. 

El café se encontraba en una terraza al lado de los veleros del puerto de la ciudad.
En el aire se podía sentir un olor rico, un olor que levantaba el ánimo. No era un perfume, no, no eran flores tampoco... era... pescado. ¡Eso! El aire olía a pescado, a mar, a cuerdas gruesas mojadas por el agua salada, a madera, mitad barnizada de veleros de lujo y mitad podrida de barcos de pescadores que han estado por años buscándose la vida en el mar. El aire olía a escamas, a carnada olvidada en un banquito de piedra, a rocas cansadas, a olas enormes víctimas de quien sabe qué luna, que a veces dejan espuma limpia, a veces sucia. A almejas cortadas en una tablita de madera, a cuchillos herrumbrados. El aire olía a velas, a ilusión, a soledad y libertad, la de la gente que se hace a la mar. Linda expresión “Hacerse a la mar”. Es como una entrega absoluta. Es como poner tu vida entera en manos de la suerte.
Hacerse a la vida, hacerse al mundo, hacerse al amor, hacerse a una idea, hacerse a la mar.


ESTO NO ES CIVILIZACIÓN.

Mira a esa gente. No saben por qué viven. Sólo corren de un lado a otro y no saben ni por qué. Pelean padres e hijos, esposos, amigos, gente en la cola del supermercado y en el metro y de un automóvil a otro y no saben por qué. Tienen hijos y se casan y van a trabajar y luego reposan y van al cine con el dinero que ganaron y a comer a algún restaurante bonito para darle sentido al día siguiente, al despertar a las siete de la mañana y ver que les esperan ocho horas más de trabajo, un día más, de una semana más, de un mes más, de un año más. No tiene sentido. Viven sin sentido. Y eso los pone tan nerviosos que cuanto más se dan cuenta de que algo les falta, más trabajan y más pelean y más van al cine y más comen y más duermen y menos sentido tiene. Es como buscar un destino por el camino equivocado y pensar que por transitarlo más y más rápido, antes vas a llegar. Y nunca vas a llegar por mas lejos que vayas si estas en el camino equivocado. Pero ¿Cuál es el camino? Y más importante aún ¿Cómo se hace para cambiar de camino cuando te acompaña una multitud de personas, conocidos, desconocidos, amigos, familiares y otra multitud que ya murió pero que marcó la historia y lo dejó escrito: “No llegué a ningún lado, pero es por aquí”.
No, no es por aquí. Pero emprender otro camino es, no sólo empezar de cero, sino aventurarse por tierras solitarias donde nadie te va a ayudar, donde sólo tu sentido común y tu fe te pueden dar la certeza de cada paso que das.
Esto no es civilización. Vivimos aferrándonos este cordón umbilical del que si fuese por nosotros nunca nos soltaríamos. Porque soltarnos es enfrentar que vivimos nuestra propia vida, que nuestra existencia sólo depende de nosotros mismos, que la vida es un maravilloso universo complejo que tenemos que vivir, no sufrir. Y rápido queremos tener un hijo, un hijo para que haga todo lo que nosotros no hemos podido hacer. Y para generar todo un montón de carencias más, que nuestro hijo cuando crezca odiará y tratará de subsanar en su propio hijo. Y así vamos, olvidándonos de que tenemos una mente y un corazón y un espíritu y un cuerpo que deberían marchar en unidad por su propio camino, buscando algo un poco más certero que trabajo, comida, cine y más trabajo. Sólo estamos aquí algunos años, sólo algunos y no soportamos la idea de que así sea, entonces buscamos desesperadamente el sentido donde sea. ¿Civilización? Esto no es civilización. No quiero pecar de romántico porque no lo soy pero ¿dónde esta el amor? Enterrado por el odio. ¿Dónde esta la vida? Enterrada por el agobio diario. ¿Dónde esta la comprensión? Enterrada por un día a día que no sabemos ni cómo ni para qué está ahí. ¿Dónde esta el sentido? No está. Esto no es civilización


GUGU - TATA 

Todos nacemos bebés. Bebes inofensivos, tiernos, de piel suave y olorcito rico. Bebes que no tienen culpa de nada y sólo nacen a la buena de Dios. Bebés que son lo mismo. Criaturitas tiernas a las que les damos la bienvenida luego de nueve meses de gestación. Algunos bebés terminan siendo viejos degenerados que miran pornografía infantil. Otros bebés terminan siendo nenitas violadas. El mismo principio con terribles diferentes finales. Bebés que terminan siendo directores de bancos, bebés que terminan siendo sabios, otros verduleros, otros abusadores, infelices sin oportunidad, algunos tenistas famosos, otros reporteros de la CNN, uno presidente, otro obrero de la construcción, modista, mujer golpeada, payaso de un circo, otro el dueño del circo, otro el que doma los leones, otro el que protesta por el ruido que hace el circo todas las noches. Bebés que terminan siendo hombres, otros mujeres, otros no saben bien, otros que cambian de opinión a la mitad del camino, otros que cambian de opinión casi al final. Bebés militares, maestros de escuela por un sueldo miserable, padres por devoción, otros padres de seis bebés descontrolados. Seis bebés de los que uno termina siendo drogadicto hasta morir, otro mamá de una hermosa criatura, otro abogado (que no necesariamente es un mérito), otro geólogo, que estudia las piedras y esas cosas, otro joyero y otro nada, todavía es muy joven para decidir. Bebés que sólo ríen, bostezan, toman leche, lloran y duermen y luego son bomberos, alcohólicos, antisemitas, revolucionarios (aunque de esos ya no nacen), futbolistas, quiosqueros, fotógrafos, camioneros, hombres simples, culturistas, padres de familia, de los buenos, de los malos, bebés que se casan, que se divorcian, que permanecen solteros, bebés músicos, bebés que se compran un perro. Bebés que lloran, que luego se parten de risa y luego duermen porque fue un día agotador y toman leche, otros whisky. Bebés que escriben libros, que van a la escuela. Bebés que nacen en guerras interminables a los que les matan a la madre al segundo día de nacer. Bebés psiquiatras y pacientes. Abusadores y más que amables. Bebés que lo lograron, bebés que se cuestionan, bebés a los que no les importa nada, bebés preocupados, desinteresados, bebés buena gente y mala gente. Bebés que nunca dejan de ser bebés. Bebés que dejan de ser bebés demasiado pronto.
Todos nacemos puros como ángeles, inocentes y sensibles. Todos nacemos bebés.


ADENTRO – AFUERA

En algún momento la humanidad debió tomar el camino equivocado. Pensar que somos de a uno cuando en realidad somos todos lo mismo. De a uno nos hemos enriquecido y empobrecido, de a uno buscamos un sentido, de a uno nacemos, de a uno vivimos y día a día subsistimos.

Si la vida no satisface a nadie ¿Por qué seguimos? Ricos y pobres viven el mismo martirio. En algún momento nos confundimos.
“Rectificar es de sabios”. Rectifiquemos.

Buscando un sentido tenemos hijos, buscando un sentido nos mantenemos bellos, para creernos sólo por unos momentos que somos eternos.
Buscando un sentido nos levantamos por la mañana y nos acostamos por la noche sin haber encontrado nada. La angustia nos mata, nos ahoga la furia, nos asfixia la rabia.

El mundo se acelera cada vez más y cada vez lo entendemos menos. Creamos tecnología con inteligencia artificial y nuestra estupidez es cada vez más abismal. Creamos ciudades y nos come el hollín. Creamos modas que nos esclavizan, monedas que no podemos pagar, comidas que nos matan, drogas que nos confunden.
Creamos materiales que controlan nuestro entorno y poco a poco nos hunden.

Somos los creadores de nuestra propia destrucción. La mayor bacteria de nuestra putrefacción.

Perdemos poco a poco el gusto por vivir, porque vivir cada vez tiene menos gusto.
   
Hace años los desnudos eran innovadores. Luego fueron los desnudos artísticos. Luego los eróticos. Luego los explícitos. Luego nos recatamos de nuevo buscando la originalidad del que simplemente va en contra.
Ahora ya nada sorprende. Ni estar desnudo, ni estar vestido, ni te pongas lo que te pongas porque ya casi no hay modas. ¿Qué queda ahora? ¿Vestirse de negro para aparentar que nada de esto nos importa? También lo hemos hecho. Ya no impresiona.

Hace años la música rock rompía los tímpanos y con ellos las estructuras. Los sonidos nuevos arrasaban formas de vida, costumbres, peinados y concepciones. Ahora sólo hay adaptaciones. Los artistas de siempre se reinventan desesperadamente mezclando una y otra vez los mismos ingredientes.

Nos estamos revolcando en nuestros propios desechos. La creatividad humana ha llegado a su fin. Tal vez porque realmente nunca creó nada.

Cada vez hay más guerras. Cada vez hay más hambre. Cada vez hay más ricos más ricos y pobres más pobres. Cada vez más diferencias. Menos agua. Más enfermedades. Menos solidaridad, más angustia, más ansiedad. Menos vida. Más desdicha. Cada vez hay más hambre, cada vez hay más prisa. 

Adentro me siento protegido. Afuera siento que muero.

Adentro y afuera. Dos espacios que empiezan a dividirse por una estricta frontera.
Cada vez menos acuerdo, cada vez te entiendo menos. No me sentía bien afuera, ahora tampoco adentro.

Nos lo han dicho en libros, nos lo han dicho en poemas, nos lo han dicho en prosa, nos lo han dicho en verso: amemos, respetemos, queramos, no envidiemos, salvemos, olvidemos, entendamos, comprendamos, cuidemos lo que comemos.

¿Cuántas revelaciones quieres? ¿Cuántas biblias necesitas? ¿Cuántos mandamientos te hacen falta para llegar a entenderlo?

Sálvese quien pueda… adentro o afuera.
 


RATAS.

Valentina caminó por las calles del centro de la ciudad. Una ciudad oscura de diez y media de la noche de un día de invierno.
Por la mitad del camino a la estación comenzó a llover. No fuerte, sólo para molestar un rato. Caminaba perdida en su imaginación, en sus pensamientos, perdida en su mente. El cuerpo, automático, sólo seguía el camino de siempre. De pronto un viejo vagabundo surgió de un salto de entre las sombras de los árboles. Un hombre de pelo oscuro, espalda encobada, andar defectuoso, pelo grasiento, ropas desdeñadas, roídas por la miseria y el tiempo. Rojo de alcohol, empapado en amargura, en odio.
Tenía moscas rondándole la cabeza y todo un halo de historia oscura, de pasado triste, de presente ruinoso, miserable y un futuro que no se piensa más allá de hoy.
Las arrugas de su cara y de su cuerpo reflejaban el dolor irreversible. Cada arruga un mal recuerdo. Salido del sistema, al margen de lo bueno, aquel hombre de pelo largo y frente calva. Aquel hombre de vino, de grasa, de pobreza, de tinieblas, se paró frente a Valentina desafiante y con postura agresiva. El odio de aquella mirada la paralizó por completo. El hombre hizo un amago agresivo para atacarla. Valentina retrocedió unos pasos mirándolo con una mirada desafiante que ni el viejo ni ella misma se creían.
De pronto el hombre le gritó con voz carrasposa y rencorosa:

¡Ratas! ¡Malditas Ratas! ¡Pequeño montón de ratas asustadizas. Con más capacidad de la que piensan y con la sola ilusión de ser la rata madre que manda a las demás ratas! Montón de ratas cobardes e ignorantes. ¡Podríais ser héroes! ¡Vigías! ¡Dioses! y sin embargo sólo sois ratas. Ratas insignificantes, grises, asustadizas. Ratas sin protección, sin futuro, sin alma. ¡Ratas que corren ante el primer ruido! Ratas que no valen nada. Ratas. Sin embargo podríais ser dioses. Sin embargo podríais ser dignos. Pero sin embargo preferís ser ratas. Ratas pobres y miedosas. Ratas en penumbras y negando su propio poder por el miedo. El miedo a ser sólo ratas. Ratas sucias y oscuras. Sólo ratas, sin espíritu. Ratas que no merecen la pena. Sólo ratas.
Y escupió a los pies de Valentina un gargajo inmundo, desagradable. Un gargajo de desprecio y una mirada asquerosa de repugnancia.
Valentina quedó inmóvil. Sin apenas respirar. Dura.
Luego le gritó a la cara.
-    ¡Estúpida! – se dio media vuelta y se fue. Por la mitad de la calle gritó de nuevo y mas fuerte – ¡¡¡estúpida!!!
Valentina aún no se movía. ….