Podría empezar diciendo que es la comida más rica que he probado en mi vida, pero no lo haré. No quiero crear falsas expectativas. Prefiero que lo pruebes tu mismo y que cuando termines de hacerlo, te vengan convulsiones de placer.
Podría decir que este pastel lo inventé yo, pero no lo diré. Pecaría de ególatra, porque es tan vistoso y exquisito que me da vergüenza adjudicarme la autoría.
Ahora podrías pensar que soy una arrogante vanidosa pero no lo hagas, primero cocina este pastel, pruébalo y luego, cuando estés titiritando de goce con la mente confundida en posición fetal, ya no te quedarán ganas de juzgarme.
Podrías avisar a los comensales acerca de los efectos secundarios de esta maravilla, pero déjalos que vivan su experiencia. Tú, como un sabio chamán que ya ha vivido suficiente, condúcelos en su delirio a terrenos trascendentales y protégeles de los monstruos que habitan en sus mentes.
Pasada la catarsis, quedarán exhaustos y confundidos. Déjales dormir y no les hagas preguntas. Cuando se levanten sintiéndose limpios, te lo agradecerán.
Tu asiente con actitud humilde y caritativa, los maestros nunca deben hacer ver a sus discípulos su superioridad.
Ahora podrías pensar que me he vuelto loca. No digas nada y ponte a cocinar.
Descorcha un vino y coloca en la cocina algunas velas blancas. No dejes que nadie mire el proceso, podrían querer imitarlo y es peligroso.
Pon a cocinar un calabacín (zucchini) cortado en dados y seis zanahorias cortadas en rodajas en una vasija con agua hirviendo, sal y medio cubito de caldo de verdura.
Cuando estén tiernos retíralos del fuego.
Por otro lado sofríe dos cebollas y cinco dientes de ajo en aceite de oliva, cuando esté chafado lícualo todo: cebolla, ajo, calabacín, zanahorias y un chorro de aceite de oliva intenso. Si lo necesitas agrega lo mínimo de agua como para que funcione la licuadora. No lo deshagas del todo, que quede como una crema consistente. Colócalo en una sartén a fuego muy lento para que se evapore el agua lo más posible.
Mientras pon a sofreír un morrón (pimiento) rojo. Déjalo bastante tiempo, el morrón siempre debe estar bien cocido para que no siente mal. Se trata de que los comensales se mueran de placer, no de indigestión.
Cuando esté listo agrega cuatro tomates pelados y cortados, sofríelo un rato más.
Lícualo todo con otro chorro de aceite de oliva igual que la mezcla anterior y también colócalo en una sartén para que se evapore el agua lo más posible.
Bebe un poco de vino, relájate, invoca las energías que juegan a tu lado para que se diviertan abiertamente contigo. Agradecerán el detalle.
Ahora corta un morrón verde, sofríelo bastante.
Pon a cocer en agua hirviendo y sal tres tazas de arvejas (guisantes). Lícualo todo: guisantes, morrón sofrito y nuevamente un poco de aceite. Agrega a la mezcla el zumo de medio limón. Esto hará que el color verde intenso de los guisantes se conserve. Coloca esta mezcla en una tercera sartén a fuego lento.
Cuando la consistencia de las tres mezclas sea la deseada (como una crema) agrega a cada una dos huevos batidos.
Mezcla las tres hasta lograr tres cremas uniformes. Si necesitas más manos, desdóblate, estarás más cómodo.
A la primera (calabacín y zanahoria) condiméntala con pimienta negra y sal a gusto.
A la segunda (morrón rojo y tomate) condiméntala con un poquito de pimentón, sal a gusto y una cucharadita de polvo de ajo.
A la tercera (morrón verde y guisantes) condiméntala con perejil picado muy chiquito, sal a gusto y pimienta blanca.
Bebe otro poco de vino y corrobora que nadie esté mirando. O al revés.
En un recipiente de horno hondo, no muy grande y pintado de aceite de oliva, coloca la tercer mezcla (verde) y llévalo al horno. Cuando crezca un poco y veas que se ha cocinado agrega la segunda mezcla (roja) y llévalo nuevamente al horno. Cuando lo veas consistente agrega la última mezcla (amarilla) y termina de cocerlo todo. Intenta que se dore levemente por arriba.
(Lo acompañarás con pescado al horno: coge dos doradas, sálalas, abre dos tajos en el lomo, coloca una rodajita de limón a cada uno, al horno y listo. Nadie prestará atención a los pescados así que no pierdas tiempo.)
Intenta que los comensales se sienten en círculo cuando lleves el pastel a la mesa. Es importante para este tipo de rituales.
No está demás que antes de servirlo te proveas de una antorcha encendida, en el caso de que la “fiesta” se descontrole, te ayudará para apartar a las bestias del resto del pastel.
Ya te he contado antes como acabará la noche.
Que Dios los pille confesados.
Podría decir que este pastel lo inventé yo, pero no lo diré. Pecaría de ególatra, porque es tan vistoso y exquisito que me da vergüenza adjudicarme la autoría.
Ahora podrías pensar que soy una arrogante vanidosa pero no lo hagas, primero cocina este pastel, pruébalo y luego, cuando estés titiritando de goce con la mente confundida en posición fetal, ya no te quedarán ganas de juzgarme.
Podrías avisar a los comensales acerca de los efectos secundarios de esta maravilla, pero déjalos que vivan su experiencia. Tú, como un sabio chamán que ya ha vivido suficiente, condúcelos en su delirio a terrenos trascendentales y protégeles de los monstruos que habitan en sus mentes.
Pasada la catarsis, quedarán exhaustos y confundidos. Déjales dormir y no les hagas preguntas. Cuando se levanten sintiéndose limpios, te lo agradecerán.
Tu asiente con actitud humilde y caritativa, los maestros nunca deben hacer ver a sus discípulos su superioridad.
Ahora podrías pensar que me he vuelto loca. No digas nada y ponte a cocinar.
Descorcha un vino y coloca en la cocina algunas velas blancas. No dejes que nadie mire el proceso, podrían querer imitarlo y es peligroso.
Pon a cocinar un calabacín (zucchini) cortado en dados y seis zanahorias cortadas en rodajas en una vasija con agua hirviendo, sal y medio cubito de caldo de verdura.
Cuando estén tiernos retíralos del fuego.
Por otro lado sofríe dos cebollas y cinco dientes de ajo en aceite de oliva, cuando esté chafado lícualo todo: cebolla, ajo, calabacín, zanahorias y un chorro de aceite de oliva intenso. Si lo necesitas agrega lo mínimo de agua como para que funcione la licuadora. No lo deshagas del todo, que quede como una crema consistente. Colócalo en una sartén a fuego muy lento para que se evapore el agua lo más posible.
Mientras pon a sofreír un morrón (pimiento) rojo. Déjalo bastante tiempo, el morrón siempre debe estar bien cocido para que no siente mal. Se trata de que los comensales se mueran de placer, no de indigestión.
Cuando esté listo agrega cuatro tomates pelados y cortados, sofríelo un rato más.
Lícualo todo con otro chorro de aceite de oliva igual que la mezcla anterior y también colócalo en una sartén para que se evapore el agua lo más posible.
Bebe un poco de vino, relájate, invoca las energías que juegan a tu lado para que se diviertan abiertamente contigo. Agradecerán el detalle.
Ahora corta un morrón verde, sofríelo bastante.
Pon a cocer en agua hirviendo y sal tres tazas de arvejas (guisantes). Lícualo todo: guisantes, morrón sofrito y nuevamente un poco de aceite. Agrega a la mezcla el zumo de medio limón. Esto hará que el color verde intenso de los guisantes se conserve. Coloca esta mezcla en una tercera sartén a fuego lento.
Cuando la consistencia de las tres mezclas sea la deseada (como una crema) agrega a cada una dos huevos batidos.
Mezcla las tres hasta lograr tres cremas uniformes. Si necesitas más manos, desdóblate, estarás más cómodo.
A la primera (calabacín y zanahoria) condiméntala con pimienta negra y sal a gusto.
A la segunda (morrón rojo y tomate) condiméntala con un poquito de pimentón, sal a gusto y una cucharadita de polvo de ajo.
A la tercera (morrón verde y guisantes) condiméntala con perejil picado muy chiquito, sal a gusto y pimienta blanca.
Bebe otro poco de vino y corrobora que nadie esté mirando. O al revés.
En un recipiente de horno hondo, no muy grande y pintado de aceite de oliva, coloca la tercer mezcla (verde) y llévalo al horno. Cuando crezca un poco y veas que se ha cocinado agrega la segunda mezcla (roja) y llévalo nuevamente al horno. Cuando lo veas consistente agrega la última mezcla (amarilla) y termina de cocerlo todo. Intenta que se dore levemente por arriba.
(Lo acompañarás con pescado al horno: coge dos doradas, sálalas, abre dos tajos en el lomo, coloca una rodajita de limón a cada uno, al horno y listo. Nadie prestará atención a los pescados así que no pierdas tiempo.)
Intenta que los comensales se sienten en círculo cuando lleves el pastel a la mesa. Es importante para este tipo de rituales.
No está demás que antes de servirlo te proveas de una antorcha encendida, en el caso de que la “fiesta” se descontrole, te ayudará para apartar a las bestias del resto del pastel.
Ya te he contado antes como acabará la noche.
Que Dios los pille confesados.
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