“Amarga la espina clavada en mi alma. Recuerdos imborrables que a mi me matan.” (Vicente Amigo).
Las endibias son amargas y no tienen mucha gracia, pero como tienen forma de cuchara, dentro se le pueden poner muchos ingredientes que las hacen vistosas y sabrosas (Para lo amargas que son, han tenido suerte).
Estas las hizo un madrileño muy guapo, medio filósofo, medio músico, medio humorista, medio amable, medio cruel, medio dulce, medio amargo, medio intelectual, medio atento, medio distraído, medio cocinero, medio rufián, con el que tengo el enorme placer de compartir mi vida.
Por lo general es un hombre sencillo, pero este día estaba medio complicado y se le dio por rellenar las endibias de salmón y caviar.
De más está decir que comimos como reyes.
Para acompañar las endibias y para que no quede la más mínima duda de su amargura, las ha acompañado de nidos de rúcula, maíz y pimienta.
Adornó el plato con dos mitades de huevo cocido que perturbó con el insólito sabor de una cucharadita de pasta de tomate seco.
Luego, como quien no quiere la cosa, lo condimentó con aceite de oliva y sal.
Un plato de reyes, que daba miedo.
Comí calladita la boca, disfrutando de aquellos exóticos sabores mezcla de tierra, mar, aire y amargura, cuyo expresivo sabor explotaba cada dos por tres imposibilitando a tu mente quedar indiferente.
Yo me hacía la distraída y comía con cara de espaguetis con manteca. Nos mirábamos de tanto en tanto y reíamos sorprendidos por los soberbios sabores que se imponían hasta el hartazgo.
Una comida divertida a costa del insólito humor gastronómico de un madrileño muy guapo y medio sádico.
Las endibias son amargas y no tienen mucha gracia, pero como tienen forma de cuchara, dentro se le pueden poner muchos ingredientes que las hacen vistosas y sabrosas (Para lo amargas que son, han tenido suerte).
Estas las hizo un madrileño muy guapo, medio filósofo, medio músico, medio humorista, medio amable, medio cruel, medio dulce, medio amargo, medio intelectual, medio atento, medio distraído, medio cocinero, medio rufián, con el que tengo el enorme placer de compartir mi vida.
Por lo general es un hombre sencillo, pero este día estaba medio complicado y se le dio por rellenar las endibias de salmón y caviar.
De más está decir que comimos como reyes.
Para acompañar las endibias y para que no quede la más mínima duda de su amargura, las ha acompañado de nidos de rúcula, maíz y pimienta.
Adornó el plato con dos mitades de huevo cocido que perturbó con el insólito sabor de una cucharadita de pasta de tomate seco.
Luego, como quien no quiere la cosa, lo condimentó con aceite de oliva y sal.
Un plato de reyes, que daba miedo.
Comí calladita la boca, disfrutando de aquellos exóticos sabores mezcla de tierra, mar, aire y amargura, cuyo expresivo sabor explotaba cada dos por tres imposibilitando a tu mente quedar indiferente.
Yo me hacía la distraída y comía con cara de espaguetis con manteca. Nos mirábamos de tanto en tanto y reíamos sorprendidos por los soberbios sabores que se imponían hasta el hartazgo.
Una comida divertida a costa del insólito humor gastronómico de un madrileño muy guapo y medio sádico.
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