El tango me pone de buen humor, porque no importa que tantos problemas tenga, nunca son tan graves como las historias de los pobres tipos que le dan vida a los tangos.
“Dios quiera que un día la encuentre en la vida llorando vencida su triste pasado (no para abrazarla y hacerla sentir mejor, sino) para (todavía) echarle encima todo este desprecio que ensucia mi pecho de amargo rencor (no me extraña)”.
“…me fui modelando en barro, en miseria, en las amarguras que da la pobreza, en llantos de madre, en la rebeldía del que es fuerte y tiene que cruzar los brazos cuando el hambre viene y yo me hice en tangos porque... ¡porque el tango es macho! (porque el tango es macho y porque no tuviste más remedio, si yo me modelo en barro y miseria, me crío con una madre depresiva y crezco apretándome el abdomen para no “sentir” hambre, también me hago macho y Blancanieves también)
“… porque soy un árbol que nunca dio frutos, porque soy un perro que no tiene dueño, porque tengo odios que nunca los digo (como si fuese un mérito), porque cuando quiero me desangro en besos (él no puede dar “muchos” besos, él se tiene que “desangrar” en besos), porque quise mucho (que bien!) y no me han querido (no dije nada), por eso canto tan triste... ¡por eso! (grita, lógicamente)
“Que ganas de llorar en esta tarde gris” (éste después sigue, pero el principio es tan devastador que no hace falta escucharlo)
“Que el mundo fue y será una porquería ya lo se (es decir, es todo horrible pero es tan horrible que ni siquiera esto es la noticia, ahora te voy a decir qué tan horrible es) en el 503 y en el 2000 también (como para arrasar con cualquier atisbo de esperanza)”
“Quien fue el raro bicho, que te ha dicho che pebete que pasó el tiempo del firulete, por mas que ronquen los merengues y las congas simepre es buen tiempo pa' la milonga”.
Y yo me pregunto ¿quién fue el desubicado que escribió esto? Cuando me venía sintiendo genial porque no vivo en un cuartucho húmedo de 20 metros cuadrados de la Ciudad Vieja de Montevideo que comparto con mi hermana alcoholica, mi perro hambriento y mi madre cuya bondad sólo es comparable a la cantidad de golpes que ha recibido de la vida. Cuando estoy a punto de entrar en un estado de felicidad compulsiva porque la mina que me gustaba no se fue a prostituir a París donde ahora me la encuentro después de muchos años, ajada y sola. Cuando estoy bailando de alegría porque no tuve que volver a la casita de mis viejos luego de 20 años, vencida por la vida, casa en la que voy a permanecer hasta morir porque ya nada me importa…viene este idiota a romper mi clímax con un
“Batí por Dios si este compás repicadito y dulzón, no burbujea en tu piel y te hace más querendón??”
No hay derecho, enserio, me voy a poner a cocinar.
La Pascualina lleva bastante trabajo, es una comida para hacerla tomando un vinito, escuchando música (algo con swing, nada de tonterías) y sin nadie al lado con hambre preguntando ¿para cuando está? Así que si ves humanos hambrientos merodeando por la cocina, tírales un par de baguetts con un pedazo de paté que les entretenga las ansias por un par de horas y que te dejen cocinar en paz.
En este contexto de egoísmo explícito para con el prójimo y generosidad interna para con uno mismo, pon a hervir 4 paquetes de espinacas (4 atados, mucha). Al principio se desbordará de la olla y te costará taparla. A los cinco minutos de hervir quedará chatita contra el fondo de la olla. Quítala del fuego y colócala en un colador.
Por otro lado rehoga a fuego lento, en aceite de oliva, un pimiento (morrón) rojo picado, al cabo de 15 minutos una cebolla picada y al cabo de 10 minutos 5 dientes de ajo. Abre un hueco en el medio de la mezcla y corta unos 250 gramos de panceta (bacon) picadita. Colócalo en el centro de la mezcla y lentamente deja que derrita su grasita, se mezcle con el aceite de oliva y los jugos del pimiento, la cebolla y el ajo. Cuando ya no puedas más de placer mézclalo todo sin pensar. Y déjalo en calma otro rato a fuego lento.
Te darán ganas de probar una cucharadita. Hazlo. Luego te darán ganas de beber un poco de vino. Hazlo también. Si cocinas una torta Pascualina reprimido no te quedará bien.
Esa mezcla, ábrela nuevamente al medio en la sartén y pon en el centro las espinacas escurridas (todo lo mas que puedas). Condimenta las espinacas. Sal. Pimienta negra. ¿Un poquito de orégano? Sí ¿por qué no? Mézclalo todo de nuevo.
Ya tienes el relleno.
La masa es sencilla. Mezclas: 2 tazas y “un poco” de harina (ese poco no tiene explicación, no es una taza, ni media, es “un poco” así lo hacía mi abuela, mi madre y la receta queda bien con “un poco” no con una medida específica), aceite (un chorro), sal (una cucharadita) y polvo de hornear (si tienes suerte vivirás en un país donde haya Royal). Por último, una taza de leche. Haces una masa que amasarás con ternura y sin prisa y la divides en dos. Las estiras hasta formar dos tapas redondas o cuadradas según qué asadera tengas.
Colocas una de las masas en el fondo barnizado de aceite de oliva. Dentro colocas tu relleno. Y abres tantos cráteres como huevos quieras que tenga tu Pascualina. Yo le pongo como 10 mínimo. Cuando la gente come Pascualina espera “el huevo” y a mi no me gusta defraudar.
En cada nidito colocas un huevo crudo. Por arriba de todos los huevos esparces sal, pimienta, perejil y queso rallado de sabor fuerte.
Colocas encima la otra tapa de masa. Unes la tapa superior con la inferior como te indique tu sentido común (si no tienes, abandona la cocina, ponte a comer baguets con paté con los humanos de afuera y deja en paz al cocinero). Luego barnizas la torta cerrada con un huevo batido con un chorro de aceite de oliva y sal.
La colocas al horno a no más de 170 grados, primero sólo de abajo, luego de arriba. Piensa que eres la Pascualina y tienes primero que cocerte internamente de forma lenta para que se hagan todos tus huevos y luego dorarte por fuera.
Los comensales se enfrentarán a una torta cualquiera. Pobres ingenuos, no saben lo que te traes entre manos. Tú cortarás la Pascualina, que ellos esperan que sea una masa de espinacas insípida y de pronto quedarán extasiados ante un perfil de torta que deja ver un huevo colorido que destaca entre la profunda maleza de espinacas. Confundidos, hundirán sus tenedores ajenos a la explosión de sabor que les espera y al juego obsceno que los pequeños trozos de panceta harán en sus bocas. Y todo mezclado, panceta inesperada, huevo (seguro), espinaca hiper condimentada y masa llena de sentido común, harán el resto del trabajo.
Todos repetirán y repetirán porciones hasta acabar esa gran Pascualina preguntándose ¿qué extraños menjunjes hará esta bruja alquimista en la cocina mientras nos mantiene distraídos comiendo su pan?
“Dios quiera que un día la encuentre en la vida llorando vencida su triste pasado (no para abrazarla y hacerla sentir mejor, sino) para (todavía) echarle encima todo este desprecio que ensucia mi pecho de amargo rencor (no me extraña)”.
“…me fui modelando en barro, en miseria, en las amarguras que da la pobreza, en llantos de madre, en la rebeldía del que es fuerte y tiene que cruzar los brazos cuando el hambre viene y yo me hice en tangos porque... ¡porque el tango es macho! (porque el tango es macho y porque no tuviste más remedio, si yo me modelo en barro y miseria, me crío con una madre depresiva y crezco apretándome el abdomen para no “sentir” hambre, también me hago macho y Blancanieves también)
“… porque soy un árbol que nunca dio frutos, porque soy un perro que no tiene dueño, porque tengo odios que nunca los digo (como si fuese un mérito), porque cuando quiero me desangro en besos (él no puede dar “muchos” besos, él se tiene que “desangrar” en besos), porque quise mucho (que bien!) y no me han querido (no dije nada), por eso canto tan triste... ¡por eso! (grita, lógicamente)
“Que ganas de llorar en esta tarde gris” (éste después sigue, pero el principio es tan devastador que no hace falta escucharlo)
“Que el mundo fue y será una porquería ya lo se (es decir, es todo horrible pero es tan horrible que ni siquiera esto es la noticia, ahora te voy a decir qué tan horrible es) en el 503 y en el 2000 también (como para arrasar con cualquier atisbo de esperanza)”
“Quien fue el raro bicho, que te ha dicho che pebete que pasó el tiempo del firulete, por mas que ronquen los merengues y las congas simepre es buen tiempo pa' la milonga”.
Y yo me pregunto ¿quién fue el desubicado que escribió esto? Cuando me venía sintiendo genial porque no vivo en un cuartucho húmedo de 20 metros cuadrados de la Ciudad Vieja de Montevideo que comparto con mi hermana alcoholica, mi perro hambriento y mi madre cuya bondad sólo es comparable a la cantidad de golpes que ha recibido de la vida. Cuando estoy a punto de entrar en un estado de felicidad compulsiva porque la mina que me gustaba no se fue a prostituir a París donde ahora me la encuentro después de muchos años, ajada y sola. Cuando estoy bailando de alegría porque no tuve que volver a la casita de mis viejos luego de 20 años, vencida por la vida, casa en la que voy a permanecer hasta morir porque ya nada me importa…viene este idiota a romper mi clímax con un
“Batí por Dios si este compás repicadito y dulzón, no burbujea en tu piel y te hace más querendón??”
No hay derecho, enserio, me voy a poner a cocinar.
La Pascualina lleva bastante trabajo, es una comida para hacerla tomando un vinito, escuchando música (algo con swing, nada de tonterías) y sin nadie al lado con hambre preguntando ¿para cuando está? Así que si ves humanos hambrientos merodeando por la cocina, tírales un par de baguetts con un pedazo de paté que les entretenga las ansias por un par de horas y que te dejen cocinar en paz.
En este contexto de egoísmo explícito para con el prójimo y generosidad interna para con uno mismo, pon a hervir 4 paquetes de espinacas (4 atados, mucha). Al principio se desbordará de la olla y te costará taparla. A los cinco minutos de hervir quedará chatita contra el fondo de la olla. Quítala del fuego y colócala en un colador.
Por otro lado rehoga a fuego lento, en aceite de oliva, un pimiento (morrón) rojo picado, al cabo de 15 minutos una cebolla picada y al cabo de 10 minutos 5 dientes de ajo. Abre un hueco en el medio de la mezcla y corta unos 250 gramos de panceta (bacon) picadita. Colócalo en el centro de la mezcla y lentamente deja que derrita su grasita, se mezcle con el aceite de oliva y los jugos del pimiento, la cebolla y el ajo. Cuando ya no puedas más de placer mézclalo todo sin pensar. Y déjalo en calma otro rato a fuego lento.
Te darán ganas de probar una cucharadita. Hazlo. Luego te darán ganas de beber un poco de vino. Hazlo también. Si cocinas una torta Pascualina reprimido no te quedará bien.
Esa mezcla, ábrela nuevamente al medio en la sartén y pon en el centro las espinacas escurridas (todo lo mas que puedas). Condimenta las espinacas. Sal. Pimienta negra. ¿Un poquito de orégano? Sí ¿por qué no? Mézclalo todo de nuevo.
Ya tienes el relleno.
La masa es sencilla. Mezclas: 2 tazas y “un poco” de harina (ese poco no tiene explicación, no es una taza, ni media, es “un poco” así lo hacía mi abuela, mi madre y la receta queda bien con “un poco” no con una medida específica), aceite (un chorro), sal (una cucharadita) y polvo de hornear (si tienes suerte vivirás en un país donde haya Royal). Por último, una taza de leche. Haces una masa que amasarás con ternura y sin prisa y la divides en dos. Las estiras hasta formar dos tapas redondas o cuadradas según qué asadera tengas.
Colocas una de las masas en el fondo barnizado de aceite de oliva. Dentro colocas tu relleno. Y abres tantos cráteres como huevos quieras que tenga tu Pascualina. Yo le pongo como 10 mínimo. Cuando la gente come Pascualina espera “el huevo” y a mi no me gusta defraudar.
En cada nidito colocas un huevo crudo. Por arriba de todos los huevos esparces sal, pimienta, perejil y queso rallado de sabor fuerte.
Colocas encima la otra tapa de masa. Unes la tapa superior con la inferior como te indique tu sentido común (si no tienes, abandona la cocina, ponte a comer baguets con paté con los humanos de afuera y deja en paz al cocinero). Luego barnizas la torta cerrada con un huevo batido con un chorro de aceite de oliva y sal.
La colocas al horno a no más de 170 grados, primero sólo de abajo, luego de arriba. Piensa que eres la Pascualina y tienes primero que cocerte internamente de forma lenta para que se hagan todos tus huevos y luego dorarte por fuera.
Los comensales se enfrentarán a una torta cualquiera. Pobres ingenuos, no saben lo que te traes entre manos. Tú cortarás la Pascualina, que ellos esperan que sea una masa de espinacas insípida y de pronto quedarán extasiados ante un perfil de torta que deja ver un huevo colorido que destaca entre la profunda maleza de espinacas. Confundidos, hundirán sus tenedores ajenos a la explosión de sabor que les espera y al juego obsceno que los pequeños trozos de panceta harán en sus bocas. Y todo mezclado, panceta inesperada, huevo (seguro), espinaca hiper condimentada y masa llena de sentido común, harán el resto del trabajo.
Todos repetirán y repetirán porciones hasta acabar esa gran Pascualina preguntándose ¿qué extraños menjunjes hará esta bruja alquimista en la cocina mientras nos mantiene distraídos comiendo su pan?
2 comentarios:
Porrrrdios!!!!que delicia!!!!eso es un manjar,si o si,y tienes tanta razon,que coman lo que sea los ansiosos pero que no desconcentren al "alquimista"sin importar lo que se demore,no hay que olvidar que esta´ transformando los ingredientes en "oro puro"!!!que pascualina!!!!!
te hace olvidar hasta del dolor de los tangos(que no es poco decir)
Esa refleccion tanguera,no tiene desperdicio querida Papamba,yo que conozco muchos tangos y realmente los se apreciar,no he tenido mas remedio que llorar de risa!!!perdon tango la culpa es del especialisimo humor de Papamba.TM
Hoy voy por la Pascualina a extasiar a mis comensales, ya te comento como me fue,
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