YO, QUE MIS SUEÑOS, ME HARÍA REALIDAD.

En principio todo apunta a que vivimos pendientes de nuestros sueños.

Esclavos de nuestros deseos más hondos. Súbditos de todo aquello que queremos. 

Un minuto antes de dormir, son nuestros sueños los que nos hacen adormecernos para existir con más fuerza, para convencernos de que podemos.

El segundo siguiente a despertar, son ellos los que nos dan el impulso de seguir viviendo.

Yo creo que la realidad siempre está filtrada por nuestros sueños.

Nuestra mente, en un intento desesperado por no aceptarla, la trasforma como un herrero a una gran barra de hierro, golpeándola hasta que se asemeje lo más posible a nuestros sueños.

Se terminó.

Estoy harta de vivir sometida al imperio de los sueños. 

Si pienso diferente a ellos, me someten a la insoportable tortura del fracaso.

Si les desobedezco, me confinan a la temible cárcel de la frustración.

Si los ignoro, su furia es tan grande que creo que podrían llegar a matarme.

Hoy pienso abolir la opresión de los sueños. 

La soberanía está en mis manos, en mi realidad, en mi día a día. Son ellos los que deberían de tener miedo.

¿Acaso existirían si yo no los sueño?

Desde hoy seré feliz con lo que tengo. Ni un sueño más, ni una realidad menos.

Te miento si te digo que no me da miedo. Pero si el premio es vivir con libertad mi realidad, vale la pena el esfuerzo.

A partir de hoy, comienza la revolución. A partir de hoy, ya no sueño.

ESTIRPE DE CHAMPIÑONES EN OCÉANO DE JAMÓN CON ARRECIFE DE BROCOLI. 

Se que el título es un poquito pretencioso, pero es que me lo he inventado todo y al ver el plato terminado no sabía como llamarle.

Si fuese un cocinero famoso podría llamarle “¡Atchús!” y esperaría a que la gente se lo aprenda. Pero me temo que no es el caso y como no voy a sentarme a soñar con esto, prefiero ceñirme a la realidad del plato que es lo que es….

Que… ¿qué es?

Pues en una sartén doré unos cuantos champiñones grandes muy lentamente en un chorrito de aceite de oliva virgen extra. Primero desde abajo y por último desde arriba, para que al final el champiñón recoja todo su jugo en el interior.

Por otra parte herví dos manojos de brócoli en un fondo de agua mineral con la olla tapada, una hoja de laurel y sal.

En otra sartén salteé los cabitos de los champiñones, dos dientes de ajo, perejil y una media taza de apio-rábano, todo muy picado.

Por último coloqué un huevito de codorniz dentro de cada champiñón con un poquito de sal, orégano y pimienta negra. Lo freí a fuego muy lento y tapado para que se cocinen los huevitos.

El plato no tuve que soñarlo. Lo disfruté dentro de una realidad contundente, categórica, fulminante.

Hoy puedo decir que soy una mujer libre, que goza de cada segundo de realidad abiertamente, sin miedo a que ningún sueño opresor pueda someterla al caprichoso calvario de su tiranía.

(la pucha)

Que aproveche.